-Capítulo 1.- Conexión
“Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
No conseguía traspasar esas letras, ese comienzo, esas primeras palabras de “Anna Karerina” de Tólstoi. Siempre pensé que los libros son los que nos escogen a nosotros y no a la inversa. Siempre hay un motivo oculto que los lleva a elegirnos.Hacía un par de semanas, justo cuando supe la verdad, y llegué a este extraño lugar, que me había escogido, y en esa primera estancia ya me había dejado contra las cuerdas.
Cada día, a las diez y media de la mañana exactamente, ni un minuto de más ni uno de menos, entraba en esta cafetería y me sentaba en este mismo lugar de cara a la barra. Normalmente estaba libre, supongo que por ese aura de soledad y de negrura y por ese abandono que sentía la mesa oculta tras esa esquina. Yo en cambio me sentía realmente cómoda, y era perfecto para lo que había venido a hacer.
Cada día se había convertido en calcado al anterior, monótono, sinónimo… pero hoy era todo diferente, sin auras, ni abandonos, ni barreras hacia la verdad. El camino por primera vez en este tiempo se hallaba libre. Al fin un vínculo directo hacía mi objetivo. Ahora solo enfrentarme al miedo.
-Perdona ¿Puedo sentarme a tu lado?-dijo un joven algo mayor que yo- Es que está todo a rebosar- continuó-Además prometo no molestarte
Asentí sin darme cuenta, dejando que se
sentara a mi lado. Sentí haberme sentido atraída por una extraña energía que brillaba en aquellos iris color avellana y me sentí tremendamente perdida y vulnerable ante ellos, algo que hacía muchísimo tiempo
que no experimentaba.
Un silencio incómodo nos azotó. Ambos absorbíamos en pequeños sorbos una taza de café humeante y nos mirábamos tímidamente de reojo como dos chiquillos
-Me llamo Samuel- dijo de pronto-
-¿No…No…no has dicho que no me ibas a molestar?- Me sentí extraña y violentamente incómoda. Normalmente mi helada frialdad ya ser
via para que no se acercara nadie.-Si, pero creo que esto
en ti no causa molestia. Creo que todo lo contrario. Creo que estás empezando a preguntarte porque estás tan nerviosa, porque tiemblas y te ruborizas, porque tú corazón bombea tan vertiginosamente, porque apenas puedes mirarme, porque te sientes extrañamente atraída por mí…
-Pero que cojones…
-Lo sé porque también me está pasando a mí y trato de entenderlo- susurró
Sinceramente, en ese momento me entró la necesidad de enviar mi boca a buscar la suya, a desgastarle los labios, a comerle los ojos con mis propios ojos, a arrancarle la ropa y hacer el amor salvajemente con él. De poco me servía que el local estuviera a rebosar. De poco me servía que no lo conociera de antes. De poco me servía en ese momento lo que pensara, si
es que en algún momento algún pensamiento tuviera la osadía de traspasar la blancura y la espesura que teñía mi mente. Solo era algo instintivo, algo reflejo, algo salvaje…
-¿Quién eres?-pregunté
-Ahora mismo no sé quién soy y que soy para ti y a la inversa, pero tengo la necesidad de…
-…de amarnos como nadie lo hubiese hecho antes, de absorbernos el aire de nuestros pulmones…
-…de recorrer cada milímetro de la piel con la lengua, de hacer el amor hasta desfallecer.
-¿Quizás seas esa persona única que dicen que existe en el mundo? Esa persona para mí
-¿Tu alma gemela? Lo dudo, yo no soy nada, soy vacío y tristeza,
soy decepción, soy un error, soy un fantasma, soy solo dolor…
-Eso no es verdad. Eres luz, pero quizás a ti te ciegue.
-No me conoces
-Sabes que te conozco desde siempre
-Tengo secretos.
-Todos los tenemos. Solo hay que liberarse de ellos para que se vaya ese peso que ahoga
-¿Ves a esa mujer en la barra?
-¿La camarera que sonríe?
-Es mi madre biológica y creo que nunca le importó mi existencia.
-Seguro qué…
-Por cierto, me llamo Sara.
-Lo sé
-Y pese a todo sigo recibiendo constantes puñetazos en el estómago y sigue habiendo peso.
[Solo era pregunta ¿mi vida? Solo era un gran interrogante, y estaba cansada de que los demás fueran respuestas, de que fueran complacientes, personas que esperan toda una vida un momento mágico que posiblemente no llegará. Y la miré, y me vi a mi misma en ella...Y en sus ojos...Y en sus ojos...habían tinieblas, por mucho que tratara de fingir sonrisas. No se puede engañar cuando hay vínculos...cuando hay conexiones que van por encima de nosotros.]
Autor: Daniel Calderón Martín
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