Nota del Autor.- [Perfectamente esta historia pudo acabar ayer, en el Efectos Colaterales IV, pues ya podíamos considerarla como un final digno a mi parecer, pero realmente la historia no acaba así, la historia tiene un capítulo más, este capítulo que espero que disfrutéis.
No quiero dejar de agradecer a todos los que habéis seguido día a día esta historia sombría, cruda, en blanco y negro… Espero que os haya gustado. Por todos vosotros va esto. Efectos colaterales V.]
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Y en mis brazos…
Intentaba proteger como fuera ese cuerpo frío, inerte, muerto…
Notaba el sobreesfuerzo de mi corazón por latir por los dos. La sangre borboteaba descontrolada y pintaba de realidad esa danza agónica de sombras que proyectaba la farola de luz intensa contra la pared.
Solo quería cerrar los ojos, e ir donde estuviera él, y abrazarlo hasta que el tiempo decidiera convertirse en eterno, y susurrarle al oído. “Lo siento Steve. Lo siento, de verás. Me perdí”.
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-Hola Steve, ¿Qué tal todo? Hace mucho tiempo que no te vengo a ver, entenderás las circunstancias de mi ausencia durante todo este tiempo. Los primeros días en la cárcel fueron un poco agobiantes, incluso claustrofóbicos diría yo, pero luego al final conseguí hacerme con el lugar, era el sitio donde me merecía estar, por lo que no podía permitirme ni un mínimo pensamiento de queja. Nunca comenté cual fue mi delito, me dolía demasiado explicarle al mundo lo que le hice al amor de mi vida, aunque mis silencios y evasivas dieron cabida a muchas hipótesis. Durante mi estancia en aquella penitenciaria no cesaron las palizas, las aberraciones, o las violaciones. No los culpo, son delincuentes al igual que yo, y es cuestión de naturaleza.
Tu libro “Allí donde dejé mi amor” se ha convertido en un éxito sin precedentes en cada uno de los países que ha pisado, consiguiendo la admiración de público y crítica. Te has convertido en un genio con tu primera y única novela, y toda esa negrura de haberte arrancado los sueños no podré quitármela nunca del alma. Ese alarido, esa tortura, esa voz…
Tu madre me vino a ver hace un par de meses, la encontré cambiada, mucho más guapa. No tardamos mucho en ponernos a recordar y a llorar.
Después de la muerte de tu padre se volvió a casar y ha tenido una niña, Stella, me enseñó una foto y ¡se parece tanto a ti! Se le ve muy feliz. Al final recibió la recompensa a una vida sufrida, trabada y trabajada.
Sean acaba de matricularse en la universidad de Columbia, va a estudiar Medicina. Se casó el año pasado y está esperando su primer hijo, Steve. Pero supongo que tú todo esto lo sabes mejor que yo.
Como ves no debes preocuparte por nada, todo va bien. ¿Y yo? Yo estoy bien, todo empieza a ir bien…
-Señor, el horario de visitas se ha acabado. Debe dejar al paciente descansar.
-Un segundo por favor.
Y allí estaba, postrado en la cama, con parálisis en el ochenta y nueve por cierto de su cuerpo, y con esos ojos transparentes, mirada con mirada. Él supo mi verdad, nunca le pude engañar.
-Te quiero Steve- y le di el beso que ambos ansiábamos desde hacía tantos años. Y creí desfallecer entre sus brazos por siempre.
Dejé la habitación de espaldas, sin perderlo de vista, volviendo a latir, y a sentir, volviendo a vivir…
-Sinceramente Samuel, es cierto que has cometido el peor error de tu vida y ya estás pagando un alto precio por él. No creo que una persona como tú merezca la pena de muerte.
-Muchas gracias Ethan, por todo, por dejarme venir a despedirme, por tus palabras, por todo este tiempo… pero yo creo que si merezco morir mañana.
Y recordé sonreír como casi nunca había sonreído, como hacía tiempo que no hacía, como aquellas veces, con él. Y me sentí feliz, vivo, brillante, explosivo… Porque lo había vuelto a ver, porque ese beso estaba chispeando entre mis arterias, porque en sus ojos había un nuevo sueño, nunca dejó de hacerlo: Recuperar el veintidós por cierto de movilidad. Porque lo amé con toda mi alma cada segundo de mi vida…Porque el y yo éramos… Porque conseguimos encontrarnos…
…Mirada con mirada…
[Quince años después de la muerte del gran amor de su vida, Steve Mcklein, a la edad de setenta y cuatro años, y después de conseguir un dieciocho por ciento de movilidad comenzó a escribir su segundo libro, para publicarlo seis años después. El libro, títulado "Aquí donde está mi amor", fué el libro más esperado de todos los tiempos y de nuevo batió todos los records superando a su antecesor. Steve McKlein murió a los noventa y cuatro años a causa de un paro cardiaco]
Autor del Texto: Daniel Calderón Martín
Imagenes: Google y Getty images